27/10/2021, MÉRIDA. — La constancia, humildad, responsabilidad y las ganas de salir adelante con el fin de aportar conocimientos a las generaciones son las características que distinguen al doctor Luis David Arjona Canto, quien fue reconocido como el Médico del Año en el Estado de Yucatán, merito que se entrega por primera vez en el Congreso del Estado.
En Sesión Solemne, ante autoridades presentes, el doctor fue ovacionado por casi un minuto, tras recibir el reconocimiento por su destacable labor en el ámbito de la salud y su aportación en el área educativa.
A sus casi 91 años, originario de Dzemul, Yucatán, Arjona Canto relató algunos de los momentos que lo llevaron a lo que actualmente es, haciendo mención desde su infancia hasta los obstáculos que tuvo enfrentar y reafirmó que, aunque ya no ejerce, conserva al día su preparación en cardiología, por puro gusto y vocación.
“Vocación aceptando lo que dice el diccionario, es algo que Dios te da”, finalizó.
En su turno, la presidenta de la Comisión de Postulación del Reconocimiento del “Médico del Año del Estado de Yucatán”, Abril Ferreyro Rosado, dio lectura a la extensa trayectoria y experiencia que, a lo largo de los años fue captando el doctor Arjona Canto, razones por las cuales, fue electo para recibir el nombramiento.
Acompañaron al recipiendario sus hijos Bricia del Pilar Arjona Villicaña y Ruy Arjona Villicaña.
El médico yucateco, dijo:
“Hace dos días tuve la agradable visita de la distinguida diputada presidenta de la Mesa Directiva del Congreso del Estado, Ingrid del Pilar Santos Díaz, agradable no sólo por la distinción que me comunicaba, sino que, además de todo, porque su nombre es Pilar como el de mi mamá y de mi hija.
Lo que voy a discursar a continuación no tiene una meta específica y quisiera, si me lo permiten, tomarlo como un encuentro casual del que pueden reírse y analizar sin preocuparse de las responsabilidades que implica emitir una ley.
Mi origen es paupérrimo, mi humildad es de herencia y la disciplina es de mis padres y de mis estudios en el extranjero, la separación de mi familia para comenzar muy temprano mi educación hizo que mi maya no sea perfecta, pero la entiendo bastante y la pronuncio sin fallas. En inglés casi todo lo entiendo y me comunico sin trabas.
Nací en una mesa, en la Hacienda San Eduardo con atención de comadrona, sufrí todas las afecciones ahora evitables con las vacunas y me presentaron en Dzemul, a donde me llevaron en un truck tirado por Rosalío, caballo que aún recuerdo y quien murió hace más de 70 años.
Mi papá era una especie de administrador de Constancia, otra hacienda, en gran medida por ser bilingüe perfecto, igual que mi mamá (bilingüe en ese tiempo quería decir que hablaban maya y español, no inglés y español como se interpreta ahora). Éramos 7 hermanos, 3 de ellas mujeres. Ninguno tuvo ni siquiera sobrepeso porque nunca sobró comida. Ahora solo quedamos 3: 1 en Estados Unidos y otra en Progreso.
En Dzemul solo había hasta 4º grado de primaria, el que repetí 3 veces. Un día le dije a mi papá que quería seguir estudiando, pero no había manera de hacerlo en Mérida por falta de dinero y a donde era difícil viajar. Un día me dijo “¿todavía quieres ir?” Y respondí “sí”. “Vas a ayudar a un carnicero batiendo sangre en el rastro” me dijo. Y así fui a Mérida, batí sangre y terminé el 6º año en la escuela Hidalgo que hoy es un museo, pero ya saben ustedes que el muerto y el arrimado a los 2 días apesta.
Luego, como pude entré a la Secundaria en el Internado para hijos de trabajadores donde nos daban todo, desde comida hasta zapatos y allí supe por primera vez que hay seres humanos malos. Vi a Octavio Paz que era como un asesor que al poco tiempo se fue, según por el calor. Luego todo fue menos duro.
Prepa en el edificio central y Medicina en la Facultad de la Universidad de Yucatán. Aunque vivía sólo y comía donde y como sea y lo que podía, supe que también había gente buena.
Hice mi servicio social en Ticul, donde mi mamá tenía parientes cercanos y al terminar, por incongruencias conceptuales en instituciones en México D.F. no me aceptaron en una de ellas, pero sí me aceptaron afortunadamente en el Doctors Hospital en Washington DC, luego en otro, en Alexandria Hospital, Virginia, donde me nombraron Jefe de residentes a pesar de ser de 2º año.
Con mucho trabajo, la OEA me concedió una beca para estudiar un postgrado en Cardiología y Medicina Interna en la Universidad de Pennsylvania y allí terminé mi postgrado en uno de los sitios más prestigiados de Estados Unidos. Nunca pensé en permanecer en ese país, siempre supe que debía mostrar aquí todo lo bueno que aprendí en Medicina.
Esa ha sido la mejor decisión de mi vida y como dato interesante, muchos años mantuve comunicación con mis compañeros de allá y de otros países, pero desde hace también muchos años ya no pude y la respuesta de sus familiares era que se fueron para siempre.
Conclusión: solo yo sobrevivo con mis casi 91 años y aunque no ejerzo ya, conservo al día mi preparación en Cardiología, por puro gusto y vocación, Vocación aceptando lo que dice en el diccionario, es algo que dios te da. Muchas gracias”.
FOTOS: ALEJANDRO RUVALCABA.