Por la Redacción
02/11/2020. MÉRIDA, YUCATÁN. -Solos. En el Día de Muertos, una fecha muy arraigas en la cultura mexicana, miles de personas acuden a los cementerios a llevarles flores y recodar el pasado del familiar sin vida, sin importar sí era bueno o malo.
Aunque en este 2020, es un año atípico por la pandemia del coronavirus. Miles de personas se quedaron en casa, los panteones no abrieron, ya sean municipales o privados.
Sin embargo, el mexicano no dejar de “bailar” con la muerte, nos reírnos de ella y hasta platicamos con ella, desde hace miles de años atrás.
En algunas partes del país, las costumbres cambian; el pariente vivo, saca los huesos de la tumba de su familiar para limpiarlos, limpiar su alma, su espíritu, en otros lugares se les lleva la comida preferida del fallecido, en otros se quedan los parientes a dormir con ellos durante la madrugada, en los campos santos.
Y así, depende de la región de México que se encuentren, pero las ofrendas no se dejan de llevar, en este 2020, no ocurrió, simplemente, los cementerios solos con sus muertos.
Pero, se les recuerda de lo “bueno” o “de lo hijo de su puta madre” que eran, el hombre o la mujer, si era el esposo, hermano, suegro, hijo, sobrino, sobrina, hija, suegra, hermana, esposa, cuñado, novio, abuelo, bisabuelo, cuñada, novia, abuela y hasta los vecinos.
Sin olvidar al compañero de trabajo, a la de “la casa chica”, a la tienda, a la del mercado, el chofer, el policía, el diputado, el gobernador, el barrendero, al maestro, al vendedor de periódicos, el artista, el cantante, entre muchos otros personajes.
El recuerdo. Los allegados a la familia, platican de lo triunfador o borracho que era, si conoció los cinco continentes o la cárcel, de lo amoroso o lo desgraciado, sin importar si era hombre o mujer. Del buen padre o madre, pero siempre se les añora, porque hace falta su presencia, sus risas, sus fraudes, su simpatía, simplemente porque era su pariente.
Algunos murieron por enfermedad, que no le fue detectada a tiempo o mal atendida. En un accidente vial, de trabajo, en casa, en un día de paseo, porque otra persona provoco el hecho que perdiera la vida o la imprudencia de éste se encargó de llevarlo al cielo o al infierno. O se suicidó.
También pudo ser víctima de un homicidio, apareció en una narco-fosa, flotando en un río o laguna, le metieron cinco balazos con AK-47, lo descuartizaron, lo desmembraron, o como la antigua y fresca frase del mexicano que data desde las culturas prehispánicas “a rodar cabezas”, es decir, le cortaron ésta, porque se dedicaba actos delictivos o era el amante de una mujer casada y fue la causa de una venganza.
Le dieron el tiro de gracias, en la frente, con una pistola .9 milímetros.
Pero ahora están muertos, dentro de un cajón de madera o metal, bajo tierra en un campo santo; pero también pudieron pasar por el fuego de un crematorio y quedar hechos cenizas y luego depositadas dentro de una “cajita” de mármol y puesta en la sala o lugar emblemático de la vivienda.