02/11/2021, MÉRIDA. –Antes que las ánimas regresarán al inframundo de Yucatán, miles de personas acudieron al cementerio de Xoclán, para llevarles flores, veladoras y dale “una manita de gato” a las casas del eterno descanso.
Sin embargo, los seres terrenales se llevaron la sorpresa que en esta ocasión la “manito de gato” sería “mano de león” porque casi en un total abandono se encontraba el panteón, donde hay unas 35 mil tumbas.
Entre los pasillos, estaba Enrique Briseño, acompañado de su esposa nacida en el municipio de Seyé, su joven hija Guadalupe y dos nietos; él con acta de nacimiento de Calotmul, pero llegó a Mérida por trabajo.
La familia quien llevaba un triciclo de color amarillo, con cubetas de pinturas, escoba, bolsa para la basura, brochas, machete y toda clase de herramientas para realizar el mantenimiento de la tumba, y que en ese momento el cielo estaba nublado y algunos rayos del sol lograban pasar las nubes grises.
Hay estaba Don Enrique, con su cubrebocas y una playera blanca, con el logo de un partido político, al igual que sus nietos, que no superaban los 16 años de edad, raspaban los pequeños muros de la tumba, el hogar de un hijo de él, quien decidió mudarse 18 años atrás.
“Aquí está mi hijo, 18 años, allá a mis dos tías y a uno de mis sobrinos (…) vivimos acá en Mérida, pero yo soy de Calotmul y mi esposa de Seyé”, mencionó el hombre, con alegría recordando los buenos momentos juntos con sus familiares que se reflejaban en sus ojos.
Sin embargo, a unos tres metros de distancia, estaba un árbol y junto a este, se podía “sentir y ver” que las ánimas de sus parientes esperaban que terminarán de arreglar su hogar, pero un fotoperiodista interrumpía, con una entrevista, fotos y videograbación.
Las ánimas reclamaron porque sus parientes no habían llevado ni la cochinita, menos los pibes.
Cuando en eso, llegó un sujeto de un metro con 65 centímetros de altura, llevaba una mochila negra, y dentro de esta su comida del día, pintura, brochas, quien ofrecía por 60 pesos resaltar las letras de un libro de granito, que estaba en la tumba de los parientes de Don Enrique, y quién le regateó el precio, pero por dos trabajos, —aceptó— el sujeto.
Pasaron los minutos, la esposa se sentó sobre una cubeta de pintura, que habría comprado a precio especial en un supermercado, mientras que la hija, “Lupita” con su cubrebocas, se había bajado de la tumba porque ya había terminado de raspar, y esperaban que el cemento que había puesto su papá secará para pintar.
La bóveda resaltaría de color azul y blanco, como originalmente estaba coloreada.
Más al oriente del cementerio estaba Jorge Martínez, con su mamá Gloria, quienes tienen 20 años, realizando tareas de remodelación de bóvedas.
“Mi trabajo es albañil, pintura, chapear, restaurar todo completamente los que viene siendo el féretro dejarlo otra vez así, presentable”, dijo Jorge
Señalaron que las autoridades en ocasiones impiden realizar su trabajo: “hay mucho trabajo, pero el ayuntamiento no nos deja trabajar a la gente de fuera, ellos lo quieren hacer y lo hacen mal”, dijo Gloria.
Al panteón llegaron este día un aproximado de 8 mil visitantes, que era demasiada gente por la presencia de la pandemia del coronavirus, pero muchos de ellos, tenían casi dos años sin visitar a sus parientes.
Como María Guadalupe Bencomo Santos, quien iban acompañada de su hijo para visitar a la abuela, que si estuviera vivía, tendría 90 años de edad.
“Venimos para enero y la pandemia empezó para marzo (2020) ya desde eso y por eso la verdad ya no volvimos, sí, ve, creo que estaba cerrado (…) si estuviera viva mi mamá tuviera 90 años, y esta mi mamá y mi abuelo (en la tumba) como viven aquí sus seres queridos, pues no le festejan sus cumpleaños y todo, claro ya no es posible, pues una visita para recordar ese día”, explicó María Guadalupe.
Mientras la venta de flores, mejoró de acuerdo con versiones de comerciantes, algunos comentaron que realizaron un “pequeño agosto” en estas celebraciones.

FOTOS: ALEJANDRO RUVALCABA.